Yeison Nicolas Osorio Bernal

“Escribir es
resistir”
-Mario Mendoza
Mi
nombre es Jeison Osorio, aunque si es opcional escogería Nicolás, debido a que
suena mejor, con una armonía escueta, y que sin embargo describe mejor el claro
presentimiento que tendrías a mi disciplina. Soy una persona que se conoce
bastante por lo extravertido de su índole, pero más bien solo soy un buen
comunicador que claramente, sabe de dónde viene y para donde va, no tengo metas
claras, me dejo fluir por el velo de mis sueños, la lista interminable de mis
fantasías, lo que sin duda me hace alguien bastante intuitivo. Mi forma de
comunicarme con los demás es asertiva y efusiva, como en mi opinión
corresponde. No es una tarea difícil, mis pasiones son claras, en mi vida he
aprendido de miles de experiencias, que un día me llevaron a querer
compartirlas, ¿de qué forma? , por supuesto, en el único lugar donde son
dispuestas a ser descritas, como si fueran pensamientos, iguales, impecables,
llenos de imágenes, pero que solo se describen de una forma: las palabras.
Nos
abrimos a mil posibilidades, o más bien, de modo personal a solo una, la
literatura, el enorme arte de las palabras –como ya mencioné- es mi campo, no porque
sea el mejor, sino que es el lugar donde me encuentro a salvo, donde escribo
con tremenda avidez las historias que azotan mi vida, o aquellas que no existen
y gritan dentro de mí a que las escriba, ¿cuál sería mi propósito? Debido a que
escribir es algo que suena tan aburrido, de hecho no lo es, lo digo de esta
forma –utilizando la palabra “aburrido”- porque en Bogotá, por no decir que en
todo el país, es una tierra de analfabetas, no quiero sonar como si mi ego me
diera un complejo de superioridad, sino que generalizo, me duele, como
colombiano, ver a una muchedumbre atiborrada de potencial desperdiciándolo en
su zona irrisoria de confort –la miseria- siempre escuché a mi hermano decir,
como si se le escapara de un agujero, a modo de bomba, que los que son pobres
son porque quieren, no se relacionara por el tema, pero estas vidas, estas
personas, pasan frente a nosotros inusitadamente, simplemente como una decoración
más, y yo quisiera ser eso, quisiera estar ante esos ojos, antes esa realidad,
describirla hacer su tacto mi tacto, aunque es una dimensión a la que me acercó
–con miedo, con zozobra ante el peligro- es la realidad que amo y en la que
convivo viéndola, e incluso a veces escribiéndola, como la misma sensación que
se da al ver a una persona triste ¿qué es lo que pasa exactamente en su cabeza?:
no lo sabremos, las emociones es una tela de mil colores y mil texturas, lo
mismo nuestra existencia, que hace,
consecuentemente, que quiera escribirla.
¿Posibles
universidades?, es una elección que me lleva por rumbos oníricos, tal vez suena
fantasioso desde tal perspectiva, pero me hago cómplice de la idea. Universidad
de Los Andes, la describiré desde mi cosmovisión, de modo que crean que mi
elección es más ‘estética’ que cualquier otra cosa. La veo desde aquí, desde mi
ordenador, como adolescente enamorado que ve a la chica que ama, y más que una
comparación rebuscada, lo digo con sueño, viendo esa aglomeración de cristales,
en 4 grupos, las banderas y allí, en la esquina, donde reza Universidad de Los Andes, desearía estar
allí, oliendo el aire acalorado de la cafetería, mientras pienso que mi sueño
está cumplido, preguntando con torpeza donde queda tan aula, tal salón, tal
lugar, perdido como un primípara completamente inexperto, pero allí, rozando mi
hombro con el de miles estudiantes que no advierten que estoy junto a ellos,
mirándolos con curiosidad y con agridulce deseo, deseo de tener la experiencia
de ellos, como lo hice cuando la visité, y ahora desearía empezar mis estudios
de literatura allí y ser parte de ellos, en mi puesto viejo que se inclina y se
retuerce ante mi peso. Universidad Nacional, la catalogaría –como suele decirle
a este tipo de cosas- ‘la vieja confiable’, aunque sin duda quisiera estar
allí, haciendo mis estudios como algún día lo hizo el gran García Márquez con
su bigote quizá incipiente, revisando el diccionario como si fuera mariguana.
Miro con suspenso el rostro de Fidel, que pareciera que tarde o temprano me
fuera a saludar, y aquel edificio que parece una T invertida, quisiera estar
allí también descubriendo mil culturas y mil contextos que allí se dan.
En
conclusión, las palabras es el lugar en el que yo pertenezco y que quizá
siempre amaré. La oralidad nunca jamás será tan precisa e intensa como escribir
una carta y pintar con minuciosidad los detalles más cercanos al amor que el
corazón tanto idolatra, y con el amor, me refiere, aquel amor de escribir lo
que se siente, en el momento preciso en los que se siente, de otra forma, los
sentimientos solo serán reacciones químicas y la literatura, líneas y letras al
azar.
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